Esto es un informe sobre las horas que pasé en La Ilera, unas treinta nada más. Llegué en coche en una tarde de primavera a lo que entonces no parecía más que un descampado con una valla en medio y algunos palos plantados.
En seguida supe que los palos eran en realidad brotes de árboles que estaba plantando M. como comienzo de su diseño “bosque-huerta”, algo totalmente extraño y nuevo para mí aunque ya había oído algo sobre permacultura.