La gente mayor de Briviesca sabe muy bien que hubo un antes y un después de la construcción de la AP1, que en mi casa nunca se llamó así, siempre fue La Autopista. En un pueblo donde ‘todo el mundo se conoce’, donde cuando se hablaba de alguien el nombre servía de poco (si acaso el mote, heredado de generaciones, o “es hijo de..”) a la gente nueva se la conocía, a titulo informativo, “el Mengano, ya sabes, que vino a trabajar en La Autopista”.
Ya entonces el tráfico en “La General”, como se llamaba a la N1, estaba lleno de camiones, demasiados camiones especialmente en domingo, como se quejaban nuestros mayores, cuando se suponía que tenían prohibido circular vehículos pesados. Pero a los niños nos parecía normal, no habíamos conocido otra cosa, “la General” significaba camiones. Lo que no sabíamos era que estuviera tan directamente relacionado con la exportación de fruta a toda Europa, que se nos enseñaba en Ciencias Sociales, o con la importancia de los dos puertos de mar del norte, que se nos enseñaba en Historia de España. Aquellos camiones llenos de fresas que a veces quemaban camioneros o agricultores franceses, muchos de ellos, habían pasado por La General al lado de nuestro pueblo – no por La Autopista, que esa sabíamos que estaba allí pero no parecía que nadie la usara.
La población a finales de los setenta y ochenta llegó a unos dos mil habitantes en Briviesca. En parte por las fábricas que atrajeron La Autopista y luego el Polígono Industrial (que en el pueblo todos seguimos llamando La Vega), y también porque muchos de aquellos obreros, con sus familias, se quedaron, y, al menos en mi casa, a su prole se la seguía conociendo así. “Como, ¿que no sabes de quién te estoy hablando? Si hombre, que el padre se trajo a la familia, a hacer La Autopista”.
Una autopista que siempre fue demasiado cara para que nadie de quienes la hicieron, ni mi familia, ni las familias de mis amiguitos de entonces, pudieran permitirse el lujo de usar asiduamente. Se dejaba para ocasiones de mucha urgencia, urgencias personales o urgencias hospitalarias, de las de ambulancia, y estas, en los últimos años, entre privatizaciones y recortes, las ambulancias dejaron también de usar la autopista para trasladar enfermos, con lo que los y las conductoras de ambulancias se hicieron expertos en adelantar camiones – de forma más o menos segura.
Y así más de cuarenta años, mientras viniendo de Vitoria veíamos en los balcones de Miranda pancartas por la liberalización de La Autopista, porque aquellos camiones, llenos de fresas o de naranjas, pasaban continuamente por delante de sus casas, por en medio de su ciudad. Y en Miranda lo consiguieron, que ‘su’ parte de La Autopista fuera gratuita, la circunvalación de Miranda.
En Briviesca no pasaban por el casco urbano todos los camiones que venían de Andalucía hacia los puertos de Santander o Bilbao, o a Francia. Ya antes de La Autopista, a La General se la sacó del pueblo, justo al otro lado de las vías del tren, que quedaban al otro lado del río. La antigua General pasó a llamarse con dos letras y tres números, y por ella solo circula el tráfico más local, y la otra, la N1, queda totalmente fuera del pueblo, y aunque se pusieran pancartas en los balcones nadie de paso por la N1 iba a verlos.
Sea por lo que fuere, La Autopista quedó de pago más de cuarenta años desde que se construyó. Con muchas, demasiadas muertes, como ya se ha escrito demasiado, aquí solo un ejemplo.
Hasta ayer hacia las once de la noche. Por derecho iba a ser a las doce, en el primer minuto del día uno de diciembre, pero cuando fuimos a las once y media a ser testigo del levantamiento de barreras, ya no estaban. Ni levantadas, las habían retirado.
Lágrimas, flores, cava, más lágrimas. Mucho frío. De la explanada con las barreras de pago nos fuimos al ayuntamiento, a ver quitar la pancarta que reivindicaba AP1 libre, que ya parece que nadie la llama La Autopista. Y con razón porque ahora es autovía.
Más abrazos. Más frío. Hubo que esperar a uno de los portavoces, Rafa, porque se merecía el momentazo en el Ayuntamiento. La gente de la Plataforma se había esparcido, por todos los peajes del corredor Burgos-Miranda, a ver cómo se retiraban las barreras.
Mientras esperábamos, otro portavoz, Julio, dio las gracias a mucha gente, colectivos y empresas, durante cinco minutos sin parar, tanta ha sido la gente que ha trabajado por esto junta, y dijo que seguro que se le olvidaban nombres, así que hoy en la fiesta se llevará una chuleta.
Y mientras tanto, ya en estas primeras horas de gratuidad de La Autopista, ya se nota que no hay casi tráfico en la N1. “Tres coches he contado en estos quince minutos”, me han dicho hoy. En un tramo donde solo profesionales contaban el tráfico, porque lo normal en cualquier sábado era vehículos continuamente, con suerte con la distancia mínima de seguridad entre ellos.
Hay muchas razones, históricas, geográficas, económicas, para que haya tanto tráfico que había que facilitar que fuera por otra vía, paralela, gratuita. Y habrá muchas razones para alegrarse por esta gratuidad, porque aunque no usáramos La Autopista, o La Nacional, todos nos beneficiamos directamente cuando compramos cosas que han venido por carretera, y toda la economía se beneficia de las exportaciones que salen del país también por carretera. Así que todos somos usuarias y beneficiarias. Así que muchas gracias.
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Las fotos que no son mías son de Rubbish Rider (enlace a instagram)