Ayer vimos este video (enlace a ibtimes), en tuiter, que hoy parece que ha tenido repercusión en medios convencionales (metro, dailymail, mirror mirror, peoplenews, elpais en inglés).
Hay dos peticiones para prohibir la caza con perros, ambas con varios miles de firmas: thepetitionsite y change.org.
No veo ni un solo comentario a favor de los cazadores, así que, sin estar de acuerdo con esta práctica, escribo esto por intentar aportar un poco de luz, porque no parece que veo ninguna voz, que por otra parte sí oigo en mi día a día, de quienes no solo apoyan la caza y lo que conlleva sino que la ven como necesaria. Que no haya voces en redes sociales apoyando no quiere decir que ese apoyo no exista, tanto institucional, como social, como económico.
La caza recreativa no va a desaparecer a base de videos, ni a base de protestas; lo hemos visto con el tema de los toros. Si acaso, quizás merezca la pena dialogar, o al menos ser conscientes del punto de vista desde el otro lado de la valla, y desarrollar argumentos y vías de diálogo.
La gente que vive en el medio rural es consciente, aunque no necesite salir al monte todos los días ni ninguna de sus actividades económicas tengan relación con la agricultura ni con la ganadería, de que su modo de vida se sustenta en el campo. No es solo que se es mucho más consciente de que toda la comida, vegetal o animal, ha de salir de algún sitio y no aparece en las baldas del super por arte de magia. Es que basta con conocer por su nombre a labradores y ganaderos. Por pequeña que sea esa parte de la población, el resto es consciente de que todo el dinero que generan con su actividad rural revierte directamente en la vida económica de todo el pueblo, generando a su vez puestos de trabajo necesarios. Así que, cualquier cuestión que se perciba como meramente, potencialmente perjudicial para la industria agraria, va a tener mala prensa, o simplemente se la elimina del esquema colectivo mental. Y perjudicial para la industria se percibe cualquier factor que no se pueda controlar, y eso incluye cualquier vida salvaje, desafortunadamente para quienes desde el mundo rural se considera muy despectivamente “esos animalistas”. Y ello, también desafortunadamente, independientemente de que lo sea de verdad, porque muchas veces no llega la información con sus hechos y sus cifras. O si llega no se escucha, porque lo pueden considerar como un ataque a su modo de vida, a sus ingresos, y ningún animal vale lo que la vida y bienestar de los hijos.
Igual hay que hacer un esfuerzo para meterse en la mente, o al menos en los zapatos, de quienes viven en este medio rural, para entender por qué tiene sentido considerar toda vida salvaje como superflua, por dañina y destructora. Primero los lobos se comían las ovejas, y los zorros a las gallinas. Ya apenas hay, si es que queda alguno. Y sin un depredador natural, ciervos, corzos y conejos se perciben como las alimañas que “destrozan todo”, se comen lo que los agricultores están intentando producir para poder quedarse en el pueblo frente a la horrible perspectiva de tener que emigrar a la ciudad contribuyendo aún más a la despoblación del medio rural.
Vivir en este medio, o al menos caminar entre campos de trigo y girasoles, puede ayudar a meterse en esos zapatos rurales. El turismo rural nos puede vender senderismo y actividades muy saludables en entornos salvajes. Pero la economía rural está hecha, o necesita, grandes extensiones de producción industrial de cultivos comerciales. Esto se traduce en varios aspectos prácticos. Por un lado y no totalmente insalvable, los senderos no están hechos para satisfacer un turismo a pie o en bicicleta. Son caminos de tractores, con ruedas que pueden llegar a dos metros de diámetro diseñadas para sortear el barro que se produce en esos senderos, pero que pueden contribuir a producirlo también.
Luego están las grandes extensiones de cultivos, muchas veces monocultivos hasta donde alcanza la vista, a veces cientos de kilómetros a la redonda en días despejados. No es naturaleza. Es producción industrial de cultivos comerciales como trigo, para pan, o semillas como girasol, para aceite, haciendo posible que llegue a módicos precios a mercados globales o a nuestras estanterías.
En el proceso de producción, y a lo largo de siglos, se han drenado los nutrientes de la tierra. Ya no hay pájaros siguiendo a los tractores cuando aran la tierra, buscando las lombrices que se quedan al aire cuando se mueve la tierra, porque ya no hay lombrices. Años de fertilizantes con componentes originados en la industria química y/o petrolífera las han eliminado del ecosistema, que se encoge cada año. El suelo se queda agrietado, según épocas, como en el desierto, incluso en días de lluvia. El área de Medio Oriente conocida como “el creciente fértil” es hoy un desierto, no ocurrió en unos pocos años y esta zona de Europa está digamos que en transición entre vergel y desierto.
Pero nada de esto cala, si es que llega, a la población del medio rural. Lo que se ve en el día a día, o lo que te contestan cuando les planteas la necesidad de una naturaleza salvaje porque es en lo que se sustenta la producción agrícola es que es mentira que ya no hay lobos ni zorros, si no los ves es porque no andas por el monte lo suficiente, y que los corzos son como las ratas que se comen las cosechas y traen enfermedades, y matarlos como deporte es poco, es necesario hacerlos desaparecer sistemáticamente, hay demasiados y es totalmente incomprensible que haya gente que no lo vea así; los animalistas son extremistas que deberían velar más por la raza humana que por los animales, porque un corzo puede hasta destrozarte el coche si le da por cruzar la carretera, y eso si no cometes el error de intentar parar y matarte tú en el intento.
Entonces los cazadores que practican este deporte, que es un deporte caro, son dignos de loa porque contribuyen a hacer sostenible la agricultura. Por supuesto que son amantes de los animales, solo matan con mucho respeto a las presas, y los perros, si, a veces son abandonados y hacer falta crear protectoras de animales, pero solo son excepciones quienes abandonan o matan cachorros solo porque se asustan un poco demasiado por los ruidos de truenos, o de disparos.
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