Lunes 2 de marzo.
He empezado a hacer un curso de informática. Con lo que aprendí en indymedia de voluntaria, y luego en una cooperativa de trabajadores (Internet Service Provider) que prefirió echar a una trabajadora antes que rebajar colectivamente los sueldos, parece que cualifico.
El curso tiene lugar en un aula de informática de un instituto de secundaria, así que el escaso alumnado que ocupamos cada día esta sala somos la única población adulta aparte del profesorado y resto del personal.
Viernes 6 de marzo
El virus que al parecer viene de China ocupa cada vez una porción mayor de las conversaciones del descanso. Al parecer Italia ha cerrado colegios.
Martes 10 de marzo
Hay una posibilidad cada vez más cercana de que cierren colegios aquí también y, con ellos, institutos como este. La gente más vocal del curso no cree que cerrar solo institutos sea efectivo en absoluto; al contrario: “si cierran los colegios, a dónde van a mandar a los niños? Pues a los abuelos. Los más vulnerables. Si cierran algo, que cierren todo, por favor”. A nuestro profe le preocupa, aunque no lo diga por educación, que si cierra el instituto su temporal puesto de trabajo desaparece.
Miércoles 11 de marzo.
Algunos colegios han cerrado, pero no todos. Este no. Aunque la verdad es que se ve menos chavalada que el resto de los días. La gente más vocal del curso no se lo puede creer. “Si no se cierra absolutamente todo, es como si no se cierra nada”.
Jueves 12 de marzo.
El resto del profesorado tiene un contrato con el instituto público, que ha avisado al personal docente a casa. Las bedeles por lo que sea siguen en su puesto, y a ellas va nuestro profesor. Su contrato es temporal y depende de este curso de varias semanas; al no haber curso, nos dice, su contrato acaba, así que este mes no tiene sueldo. No nos dice más pero hacemos un grupo de mensajería instantánea corporativa, para asegurarse de que puede avisarnos en cuanto reabran el instituto, porque si no hay alumnos es otra razón para cancelar el curso.
Viernes 13 de marzo.
El encierro es nacional ahora. Aunque por partes. La gente se tiene que quedar en casa, pero los puestos de trabajo siguen exigiendo que se acuda.
Las invitaciones a nuevos grupos de mensajería instantánea se multiplican y por ellos llegan informaciones varias, sobre solidaridades mutuas, derechos civiles, laborales… Se nota, nos notamos, la ansiedad por saber, porque no sabemos nada.