Cada primero de noviembre, es tradición al menos en mi pueblo, que las familias acudan al cementerio donde descansan sus difuntos, al menos para adecentar las tumbas y depositar flores.
Pero algunos difuntos no descansan en cementerios, sino en fosas comunes, en el mismo sitio donde cayeron fusilados.
En el paraje de La Pedraja hay una de estas fosas, de fusilados en los años 1936 a 1939, que se han encontrado gracias al esfuerzo de las familias de los aquí caídos.
Aquí también, cada primero de noviembre, se reúnen descendientes y familiares de estos difuntos, junto con gente de un cierto partido que trae a un representante importante, y también va gente que, aunque no tenga conocidos en esta tumba, aprecia el privilegio que significa tener a los suyos en una tumba en propiedad y escoge acompañar a gente que no tiene tal privilegio.
Flores como en cualquier otro mausoleo, y también música, banderas, y algún discurso más o menos electoral del mandatario de ese partido.
Que no quita para acompañar. Sin necesidad de palabras tampoco. Basta estar. Si acaso, observar. Hay dos fosas. Las llamaron 1 y 2. una junto al mausoleo, la otra, unos pasos más desde la carretera. Lo que se dice una cuneta. En vez de lápida, piedras blancas cubren la tumba colectiva, o fosa común. Los nombres – los conocidos, porque cuerpos se encontraron más, aún sin identificar – en la lápida al fondo.
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